Viaje Ornitológico a
CALIFORNIA
20 de noviembre a 9 de diciembre de 2012
Participantes: Daniel Cazo,
Antonio Ceballos, Javier Traín y Miguel Rouco
(Texto por Miguel Rouco)
(Fotos por Miguel Rouco, salvo que se especifique
diferente autor)
CRÓNICA SEGUNDA PARTE:
CALIFORNIA NORTE
Cóndor de
California (Gymnogyps californianus). Pinnacles NM, 7/12/2012 |
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1 diciembre:
Antes de amanecer nos desplazamos al aeropuerto
para dejar a Javier. El tiempo apuntaba signos de inestabilidad, con viento
y lluvia intermitente y este sería el denominador común durante el resto del
día.
Al ser una jornada de transición tampoco
habíamos hecho planes específicos, así que los dos únicos integrantes del
equipo en activo nos la tomamos de manera muy relajada. De hecho la primera
parte de la mañana la pasamos en el hotel, ordenando apuntes y fotografías y
reorganizando equipajes.
Cuando la lluvia se suavizó, a eso de las 11 am,
pusimos rumbo a San Francisco para dar un paseo por el Golden Gate Park, un
conocido parque urbano enclavado en el centro de la ciudad, adornado con
varias lagunas y diversos estadíos de vegetación. En esta breve caminata
detectamos algunas especies de interés, como el agateador americano, el
porrón de collar (Aythya collaris), la chara de Steller y un buen
puñado de gaviotas, la mayoría occidentales, pero también californianas y de
Bering, e incluso dos ejemplares juveniles de gaviota de Thayer (Larus
thayeri), que vimos y fotografiamos nadando a una distancia bastante
próxima.
Después de vagabundear por el parque durante un
par de horas fuimos a comer a un restaurante oriental cercano y desde ahí
partimos hacia Half Moon Bay, con ya poca luz por delante pero suficiente
para una última prospección en el puerto de Pillar Point, que se saldó con
la observación de las especies habituales.
Casi a medianoche, muy retrasado por el mal
tiempo, llegó el vuelo de Antonio. Tras recogerle regresamos al Coastside
Inn, donde dormimos.
2 diciembre:
La
borrasca se recrudeció de nuevo de noche y por la mañana llovía
intensamente, pero esto no impidió que saliéramos temprano con rumbo norte
hacia la población de Bodega Bay. En medio de un fuerte chaparrón cruzamos
San Francisco, atravesamos el puente Golden Gate,
pasamos de largo el cabo de Point Reyes y llegamos a la bahía de Bodega. Una
vez allí, como por arte de magia, en pocos minutos se abrió el cielo, las
nubes se disiparon y, tras ellas, un limpio sol empezó esplendoroso a
iluminar el día.
Entramos primero en el Doran County Park
(38.314583, -123.037577), que se sitúa sobre una lengua arenosa en el
extremo sur del puerto de Bodega. La base de esta península era una marisma
en la que se congregaban numerosas barnaclas carinegras y otras anátidas. El
resto lindaba al sur con el océano, lo que le otorgaba una extensa playa
exterior, y al norte con las aguas más tranquilas del puerto.
En la playa exterior se reunían gaviotas,
principalmente occidentales y californianas, junto con algunas argénteas y
canas y, en el mar abierto, cerca de la costa pero intermitentemente tapados
por el profuso oleaje, nadaba un grupo de zampullines cuellirrojos. En el
lado portuario se veían serretas medianas y grandes (Mergus merganser),
porrones albeola, colimbos chicos y grandes y falaropos picogruesos (Phalaropus
fulicarius). Cerca de la punta, algo más rocosa, los acúmulos de algas
eran frecuentados por correlimos tridáctilos y de Alaska, y vuelvepiedras
oscuros.
Al salir del istmo nos dirigimos al llamado
Spud Point, un pequeño embarcadero al otro lado de la ensenada (38.328759,
-123.058693). Un paseo por sus estrechos muelles de madera nos permitió
observar el nutrido grupo de charranes de Forster que estaban posados en las
barandillas y un espectacular bando de limícolas constituido tal vez por
varios millares de individuos, entre agujas canelas y playeros aliblancos,
que se apelmazaban de forma muy apretada en una de las caletas contiguas.
Algo más allá, en una dársena más amplia nadaban muy cerca dos colimbos
chicos que nos deleitaron durante un buen rato, además de negrones caretos,
porrones albeola, malvasías canelas, serretas medianas y achichiliques
comunes.
Siguiendo hacia el sur por la carretera se
obtienen espectaculares vistas de la bahía y poco después se alcanza la
cabeza rocosa que da entrada al puerto y que es zona de altos acantilados y
peñascos. Desde aquí vimos correlimos de rompientes, ostreros negros
norteamericanos y gaviotas de Bering, así como araos comunes (Uria aalge),
nadando lejos mar adentro.
Después de comer, un poco tardíamente,
decidimos recorrer las escarpaduras al norte de Bodega, parando en
diferentes puntos de la costa para explorarlas. Además de las especies
habituales resultó destacable la observación de una lechuza común americana
(Tyto furcata) a plena luz del día, en vuelo de caza sobre la
vegetación rupestre del altiplano costero.
Al final de la tarde partimos hacia la
península de Point Reyes y nos hospedamos en el Tomales Bay Resort (38.1640,
-122.86255), cerca del pueblo de Inverness.
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Congregación de
barnaclas carinegras. |
Grupo de agujas canelas
y algún playero aliblanco. |
Acantilados al norte de
Bodega Bay. |
3 diciembre:
Point Reyes es una península de aproximadamente
300 km2, situada unos 30 km al norte de la ciudad de San Francisco. Se trata
de un terreno mayoritariamente abierto, en el que se entremezclan praderas
costeras, zonas de matorral, acantilados rocosos, playas arenosas, lagunas,
barrizales, marismas y algunos bosques aislados. Solo hay una entidad de
población en su interior, por lo que la mayor parte de su territorio se
encuentra deshabitado.
Comenzamos la visita por las lagunas litorales
de Abbot’s, en la costa central. Para ello dejamos el coche en el
aparcamiento habilitado (38.123366, -122.9353027) y realizamos una agradable
ruta a pie de unos cuatro kilómetros entre ida y vuelta. En la primera parte
del camino, que discurría a través de prados y áreas de matorral bajo y
vegetación palustre, resultaron muy abundantes los sabaneros melódicos (Cistothorus
palustris) que sobre todo al principio, en la parte más seca del
itinerario, se entremezclaban con sabaneros zanjeros. Conforme avanzábamos
hacia el mar, el cañizal se hacía más denso, y ahí sorprendimos a un par de
ratonas de los estuarios cantando efusivamente y al descubierto, mientras
que al final de la primera laguna, en una de sus pobladas orillas,
descubrimos ni más ni menos que un avetoro lentiginoso, que se hallaba
inmóvil y perfectamente camuflado en su entorno. Aunque a una distancia un
poco lejana, nos agradó verlo de nuevo, posado en esta actitud.
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Sabanero melódico en
lagunas de Abbott. |
Ratona de los estuarios
en lagunas de Abbott. |
Avetoro lentiginoso en
lagunas de Abbott. |
La segunda y última laguna era más bien una
albufera, por encontrarse justo al lado del mar y comunicada con este, y al
estar rodeada de arena no tenía casi vegetación en sus orillas. Nadaba aquí
un colimbo del Pacífico y un zampullín cuellirrojo, los cuales vimos en
condiciones muy favorables, y también un pequeño bando de porrones que al
final identificamos como un macho adulto, dos machos jóvenes y una hembra de
porrón bastardo (Aythya marila) y otra hembra más de porrón bola. En
un matorral cercano vimos a su vez una nueva especie, el sabanero de Lincoln
(Melospiza lincolnii); en la playa, que estaba ya a poca distancia,
nos esperaba un bando de gaviotas, casi todas californianas, y algunos
limícolas, que nos entretuvieron unos minutos.
Después de regresar al coche nos desplazamos
hasta un terreno agrícola denominado “F Ranch” o “abandoned ranch”
(38.086181, -122.953982), que es una de las históricas explotaciones
ganaderas que hay en el área, y que se designan con las letras del
abecedario. Dentro vimos algunas aves comunes como mosqueros llaneros,
chipes coronados, azulillos de garganta azul, etc.
A las diez y veinte de la mañana estábamos ya
en la zona sur, y estacionamos a la altura de otro de los ranchos: el “B
Ranch”, también llamado “Mendoza Ranch” (38.015336, -122.990098), una
explotación de vacas lecheras. Aquí se citaba a menudo el busardo calzado y
estuvimos un rato escrutando el cielo en su busca, pero no apareció. A
cambio vimos abundantes pájaros granívoros y algunas aves planeadoras
(aguilucho pálido, busardo colirrojo, cuervo -Corvus corax-); en la
charca contigua había algunos silbones americanos, porrones coacoxtle y
cucharas. A continuación paramos en la Chimney Rock (37.995201, -122979934),
en el extremo sur de la península, y dimos un breve paseo por el pequeño
istmo rocoso flanqueado a ambos lados por espectaculares farallones marinos.
La siguiente escala (Tomales Point) estaba en
el cabo opuesto de la península, así que del extremo sur saltamos al extremo
norte. Llegamos en coche hasta el aparcamiento (37.995201, -122.979934) y
caminamos unos kilómetros por un sendero estrecho que atravesaba el hermoso
paisaje herbáceo de la altiplanicie costera, bordeado por grandes
acantilados con caída vertical directamente al mar. Casi en la punta la
senda termina en un mirador con vistas hacia una isla rocosa llamada Bird
Rock. Desde este punto elevado vimos, mar adentro, araos comunes y dos
somormujos cuellirrojos (Podiceps grisegena). De regreso, en una de
las estrechas playas de una zona más baja, al inicio del saliente, tuvimos
ocasión de contemplar una manada de elefantes marinos.
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Tomales Point. Senda
hasta la punta. (foto Antonio Ceballos). |
Tomales Point, Bird Rock. |
Elefantes marinos. (foto
Daniel Cazo). |
De vuelta en el aparcamiento comimos un
tentempié y enseguida enfilamos hacia la Drakes Beach, playa arenosa
semiprotegida en una bahía que cuenta además con una laguna adyacente. Había
varios limícolas y por fin los chorlitejos semipalmeados (Charadrius
semipalmatus) se encontraban lo bastante cerca como para observar las
palmeaduras que les dan nombre, lo que aprovechamos para estudiar sus
plumajes durante un buen rato.
Poco después de abandonar la playa nos
sorprendió la presencia en un prado, muy cerca de la carretera, de un rebaño
de machos de wapití californiano (Cervus canadensis nannodes), uno de
los cuales incluso estaba equipado con un radiotransmisor en el cuello.
Viendo como pastaban estos curiosos animales transcurrió lo poco que quedaba
de tarde, y al anochecer nos retiramos a descansar, esta vez a un hotel
diferente al de la noche anterior, ya que decidimos que este era demasiado
caro. Concretamente al Inverness Valley Inn (38.108599, -122.870843), donde
nos ofrecieron un completo apartamento con dos habitaciones y tres camas por
165 $, precio alto de todos modos (como el resto de hoteles de la zona),
pero menos que el anterior. Además estaba regentado por un matrimonio de
birdwatchers y contaba con un pequeño itinerario ornitológico por el
interior de la parcela, en el que estuvimos después buscando búhos,
desgraciadamente sin éxito.
Esa noche, sin saber muy bien cómo, nos vimos
envueltos en una especie de cena de sociedad, típicamente americana, en un
restaurante de Inverness, que al final resultó bastante entretenida.
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Chorlitejo semipalmeado
en Drakes Beach. |
Wapitís californianos,
cerca de Drakes Beach. |
4 diciembre:
La segunda
jornada de exploración de Point
Reyes empezó al amanecer en los jardines del hotel, donde vimos un par de
aves interesantes: chochín común (Troglodytes -troglodytes- hiemalis)
y zorzal de pecho cinchado.
De ahí nos dirigimos hacia el norte, hasta el
punto del que parte el sendero que lleva a la Kehoe Beach (38.152688,
-122.939021). Justo antes de llegar, en una pequeña laguna al borde de la
calzada (38.142077, -122.900709) nadaban un par de serretas capuchonas, que
observamos todavía con poca luz. Cuando poco después nos pusimos a recorrer
el sendero de la playa, comprobamos que estaba en muy malas condiciones, con
mucho barro y agua, y que no se podía transitar más allá de los primeros
doscientos metros. Pero entre la vegetación palustre de la charca que había
al inicio de la senda se oía reclamar a los rascones de Virginia (Rallus
limicola). Durante largo tiempo estuvimos apostados a la orilla de la
ciénaga, escudriñando a prismático todos sus rincones con la esperanza de
descubrir al menos a alguno de los emisores de esos chirriantes sonidos. No
resultó fácil pero finalmente lo vimos. Estaba inmóvil, no muy lejos,
semioculto a la sombra de las eneas, y nos miraba con la misma atención que
nosotros a él. Permaneció en esa actitud durante algunos minutos y después
se esfumó. Acto seguido también nosotros lo hicimos, rápidamente, para
aprovechar el resto del día.
Mientras nos desplazábamos, localizamos dos
ratoneros de silueta alilarga empezando a remontarse, que resultaron ser
busardos herrumbrosos, un adulto y juvenil.
A continuación llegamos al Tomales Bay State
Park (38.123065, -122.900709), una zona boscosa situada en la parte interior
de la península. El acceso desde la carretera se encontraba cerrado por una
barrera, así que tuvimos que caminar unos cientos de metros hasta llegar a
la entrada, y posteriormente otros tantos por el interior del parque. Fue un
paseo agradable de todos modos. Vimos mito sastrecillo, reyezuelo de moño
dorado (Regulus satrapa), camea, zorzal de pecho cinchado y carpodaco
morado (Haemorhous purpureus), entre otros.
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Rascón de Virginia,
Kehoe Beac. (foto Antonio Ceballos) |
Matorral en Tomales Bay
State Park. |
Carpodaco morado, en
Tomales Point. |
Seguimos nuestro itinerario hacia el sur por la
parte interior y llegamos a otra zona boscosa llamada “Muddy Hollows”. Lo
más interesante que nos ocurrió en ese lugar fue tropezarnos con un grupo de
jóvenes anilladores que estaban laborando en el lugar. Con gran amabilidad
nos explicaron algunos detalles de su trabajo y nos dejaron examinar varios
pájaros en mano, la mayoría víreos de Hutton, reyezuelos de moño rojo y
chipes negro-amarillos. Después dimos un pequeño paseo por la zona, pero la
lluvia incipiente nos hizo regresar antes de lo previsto.
No muy lejos de allí, la playa de Limantour
(38.029011, -122.882823) albergaba algunos bandos de limícolas entre los que
predominaban los correlimos tridáctilo, común y de Alaska, además de un
cadáver muy descompuesto de elefante marino del que se alimentaban varias
gaviotas occidentales y de Delaware. Anduvimos por la arena un buen rato
hasta que al final el fuerte viento reinante nos instó a volver al vehículo.
El siguiente desplazamiento nos llevó a la
White House Pool, que es una zona de bosque mixto al lado de un canal. La
paloma torcaza (Patagioenas fascista) fue la especie más interesante
aquí. Vimos cuatro ejemplares juntos posados en la copa de un pino, pero
nuevamente lloviznaba y decidimos partir pronto.
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Charla con grupo de
anilladores en Muddy Hollows. |
Playa de Limantour. |
Palomas torcazas en
White House Pool. |
Menguaba ya la luz por la caída de la tarde y
el mal tiempo cuando llegamos al último destino del día: el rancho de Five
Brooks. En torno a una pequeña laguna se extendía una zona bien arbolada por
la que discurría un camino circular, pero fue en el mismo aparcamiento donde
obtuvimos las mejores observaciones, ya que al ocupar este un área más
abierta propiciaba una visión más panorámica. Los bandos de robín americano
eran aquí muy numerosos, y entre ellos observamos varios zorzales de pecho
cinchado y también algún grupo de ampelis americanos. Fue una lástima que el
clima desapacible no nos permitiera observarlos en tan buenas condiciones
como nos hubiera gustado.
Antes de anochecer partimos hacia el interior
del estado, y unas dos horas después llegamos a la población de Williams, en
el condado de Colusa, donde nos hospedamos en el Stage Stop Inn (39.156464,
-122.151018), habitación con dos camas grandes y otra plegable por 78 $.
5 diciembre:
El corto
trayecto que recorrimos al amanecer entre Williams y el Sacramento National Refuge hacía presagiar una gran
jornada. Durante el mismo, bandos y bandos de ánsares caretos (Anser
albifrons) , nivales y de Ross cruzaban en vuelo la carretera y se
congregaban en torno a algunos campos agrícolas, formando grupos de
bastantes individuos. En un par de ocasiones tuvimos que orillar el auto, de
una forma un tanto precaria, hacia el costado derecho de la calzada para
examinarlos.
Cuando por fin llegamos al Refugio Nacional de
Sacramento comprobamos con agrado que disponía de un itinerario para
vehículos por el que resultaba muy cómodo transitar. Este camino avanzaba
serpenteando por el borde de las orillas de las balsas y permitía efectuar
paradas intermitentes para contemplar la fauna desde el interior del coche
(salvo en los miradores habilitados, donde estaba autorizado bajarse). De
esta forma, pese a que la lluvia arreció a primera hora, fuimos capaces de
observar las aves sin apenas mojarnos. En un primer momento vimos elanio
maromero (Elanus leucurus), aguilucho pálido, alondra cornuda,
gaviota argéntea, faisán, alcaudón americano, sabanero de Lincoln, porrón
acollarado, cercetas americana y colorada y pequeños grupos de ánsares
caretos y nivales. Después, en las charcas más extensas, la población de
aves acuáticas era densísima y estaba compuesta principalmente por silbones
americanos, cucharas, rabudos, azulones y fochas. Al abandonar el refugio
identificamos por fin un bando de turpiales capitán (Agelaius tricolor),
especie que resultaría común de ahora en adelante.
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Refugio Nacional de
Sacramento. |
Bando de gansos nivales
y de Ross. |
Antes de irnos visitamos el centro de
recepción, y con la información que amablemente nos dieron partimos hacia el
cercano pueblo de Willows, en cuyo casco urbano localizamos una urraca de
Nuttall (39.538502, -122,201185). Algo más allá se extendían unos campos
anegados que de lejos parecían blancos por encontrarse literalmente plagados
de gansos. Cuando nos acercamos comprobamos estupefactos que la realidad
superaba con creces a la ficción. Cientos de miles de ánsares reposaban
flotando o con los pies mojados, tan juntos que en algunos puntos apenas
podía intuirse el sustrato que ocupaban. La mayoría eran ánsares nivales,
pero había también de Ross (quizá el 20% de los blancos) y caretos, además
de un puñado de pequeñas y pizpiretas barnaclas de Hutchins (Branta
hutchinsii). Pudimos contemplarlos de bastante cerca, sin salir del
coche, ya que el grueso de la formación se extendía hasta el borde mismo de
la carretera, pero el espectáculo se hacía formidable cuando una parte del
gigantesco bando emprendía el vuelo espontáneamente, formando una nube
enorme, densa y bulliciosa que oscurecía el día. Pasamos largo tiempo
admirando boquiabiertos la soberbia exhibición terrestre y aérea.
Poco después entramos en el paraje de Llano
Seco (39.464029, -121.930733) y en uno de los primeros barrizales de la zona
descubrimos un grupo de unos treinta cisnes chicos (Cygnus columbianus),
que estuvimos contemplando con telescopio durante un buen rato.
Posteriormente vendrían más ciénagas con más cisnes, gansos y otras anátidas,
e incluso algunos prados con grullas. Estas últimas pudimos verlas también a
placer, por ejemplo en la siguiente coordenada: 39.565471, -121.909103.
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Barnacla de Hutchins,
con gansos nivales, de Ross y caretos. |
Cisnes chcios en el
paraje de Llano Seco. |
Grulla en el paraje de
Llano Seco. |
Bien terminada y aprovechada la mañana
decidimos poner rumbo hacia la Grey Lodge Wildlife Area (39.31833,
-121.808167), donde pasaríamos el resto del día. Tardamos en llegar más de
una hora y lo hicimos con
cierta
dificultad, ya que el río Sacramento estaba desbordado, y esto nos obligó a
circular por una carretera parcialmente inundada que en algún tramo
alcanzaba casi un metro de profundidad.
Nuevamente quedamos atónitos, sin embargo,
cuando al fin alcanzamos la meta y constatamos la tremenda cantidad de
anátidas que tapizaban la lámina de agua de sus charcas. Silbones
americanos, rabudos y cucharas constituían el grueso de la congregación;
entre ellos nadaban algunos azulones, fochas, cercetas coloradas...
Hubiéramos necesitado muchísimo tiempo para examinar todos los individuos en
busca de alguna especie más rara o excepcional, pero la luz de la tarde
languidecía amenazando con retirarse y nos tuvimos que conformar con una
prospección somera. Un poco después, justo en ese momento de breve pugna que
el día y la noche mantienen y cotidianamente culmina con la victoria de esta
última, el ulular de un búho de Virginia empapó el paisaje de misteriosa
melancolía. Tuvimos que buscarlo con telescopio durante largo tiempo, en una
isleta repleta de vegetación que teníamos enfrente, pero al final lo
descubrimos, inmóvil sobre una rama, casi al descubierto pero al mismo
tiempo camuflado con la ayuda de su cripticismo y la umbría del anochecer.
Mientras lo observábamos nos fuimos quedando a
oscuras y al final decidimos partir en dirección a la ciudad de Vacaville, a
donde llegaríamos después de dos horas, alojándonos en el America’s Best
Value Inn de la localidad (38.364493, -121.965612).
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Búho de Virginia al anochecer en Gray
Lodge Wildlife Area. |
6 diciembre:
Este era el
día que habíamos reservado para asegurar una de las especies más importantes
del viaje, el chorlito llanero
(Charadrius montanus). Como no lo habíamos visto durante la primera
parte de la expedición, ni en el área del Salton Sea ni en los alrededores
de Carrizo Plain, no podíamos permitirnos el lujo de fallarlo ahora en Río
Vista. Permaneceríamos en esta zona hasta que encontráramos algún ejemplar,
y después, en función de la hora a la que esto ocurriera, decidiríamos qué
hacer el resto del día.
De las referencias geográficas que teníamos del
chorlito llanero en la zona, la más constante era la confluencia de las
carreteras Flannery Rd con Robinson Rd (38.219639, -121.780655). La
estrategia consistiría en buscarlo desde este punto hacia el oeste, en los
campos recién arados que encontráramos en un área de campeo de unos 10 km2.
Una vez en el lugar dimos primero una vuelta
rápida de reconocimiento, estableciendo el circuito que prospectaríamos
después con más calma con la ayuda de los telescopios. A continuación
iniciamos la vuelta intensiva. Así fuimos examinando los primeros labrantíos
e identificando en ellos algunas especies como zarapito americano, alondra
cornuda, turpiales sargento, capitán y gorgeador, y dominiquito canario.
Finalmente, en una parcela extensísima situada al sur de la Flannery Rd, en
las coordenadas 38.210944, -121.780655, nos pareció divisar el vuelo lejano
y repentino de un bando de pequeños limícolas que desaparecieron de nuevo al
posarse, camuflados por el entorno térreo e irregular. Cuando avanzamos unos
cientos de metros hasta el punto del camino del que intuíamos nos quedaban
más cerca, comprobamos con gran regocijo que, en efecto, se trataba de un
grupo de nueve chorlitos llaneros que, casi inmóviles en el suelo, nos
contemplaban vigilantes. En esta actitud los observamos largo tiempo y
aprovechamos incluso la buena luz de la mañana para sacarles algunas fotos
de digiscoping, que fueron puramente testimoniales debido a la
larguísima distancia a la que de todos modos nos encontrábamos, pero
suficientes para documentar el registro.
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Campo arado en donde
estaban los chorlitos llaneros. |
Chorlitos llaneros,
vista general. |
Chorlito llanero,
aumentados al máximo mediante digiscoping. |
Cumplido el objetivo de la jornada y siendo aún
bastante temprano, decidimos poner rumbo al lago Solano (38,493416,
-122.028449), un embalse de un río llamado Putah Creek ubicado en un
área bien arbolada y con cierto relieve. Nada más llegar estacionamos en el
aparcamiento principal, al lado del puente que cruza la presa, y desde ahí
mismo prospectamos la lámina de agua con los telescopios. Vimos barnacla
canadiense, ánades real y friso, porrón albeola, zampullín picogrueso,
achichilique común y cormorán orejudo, además de papamoscas sedoso y águila
pescadora. Mirando desde el puente río arriba localizamos también un bando
lejano de
porrones osculados, entre los que destacaban dos individuos cuya
cabeza brillaba con una iridiscencia azulada, en vez de la verdosa habitual
de la especie. Tuvimos que caminar más o menos un kilómetro para acercarnos
al grupo de porrones y descubrir que, tal como sospechábamos, se trataba de
dos machos de porrón islándico (Bucephala islandica) que, totalmente
integrados en el grupo de osculados, nadaban y se alimentaban junto a ellos
e incluso cortejaban a sus hembras. Obtuvimos buenas vistas de estas aves y
las fotografiamos en buenas condiciones. En el trayecto de regreso al
parking vimos además carpintero bellotero y pico pubescente, ambos
trabajando afanosamente en sus nidos. Poco después, desde la otra orilla del
embalse, volveríamos a ver pico pubescente, así como pico de Nuttall, lo
cual vendría a ratificar la idoneidad del lugar como hábitat para pájaros
carpinteros.
Muy cerca de esta zona, en el llamado “Vesper
Sparrow Corner” (38.5078612, -122.0180976) paramos un buen rato para esperar
al pájaro que le da nombre, el Vesper Sparrow o sabanero torito, que
desgraciadamente no hizo acto de presencia. En cambio vimos un nuevo
carpintero, el chupasavias pechirrojo (Sphyrapicus ruber) y otras
aves forestales como carbonero sencillo, azulillo de garganta azul y pinero
rayado.
Por último, ya bien avanzada la tarde
remontamos el Putah Creek hasta el llamado Berryessa Lake, una gran obra
hidráulica cuya cabecera se encajona entre cañones fluviales de considerable
envergadura. Por el camino vimos un par de parejas de serreta grande y otra
de serreta capuchona, esta última al pie del dique de la presa. Ya al
anochecer, entre los escarpes rocosos de más arriba resonaba el canto de la
ratona de los cañones (Ratherpes mexicanus), pero no nos dio tiempo a
localizarla de vista, siendo esta la única especie del viaje que marcamos
como “solo oída”.
Casi de noche partimos hacia el pueblo de Los
Baños, a donde llegamos dos horas y media más tarde tras recorrer 240 km, y
nos alojamos en un nuevo America’s Best Value Inn (37.056985, -120.858284),
cadena hotelera cuya relación calidad precio resulta en general excelente.
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Lago Solano, vista
general. (foto Antonio Ceballos). |
7 diciembre:
Desde Los
Baños llegamos enseguida al punto de partida del itinerario previsto para
esta jornada, que empezaba justo después de abandonar la carretera 5, en su
confluencia con la Little Panoche
Rd (36.777908, -120.729275).
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Little Panoche Road.
(foto de Antonio Ceballos). |
En este punto se extendía una arboleda que poco
después desaparecía para dar lugar al típico paisaje abierto y semiárido de
la comarca, con amplias praderías dedicadas a la ganadería extensiva y
pequeñas manchas de matorral y árboles dispersos, hacinados estos últimos al
fondo de los valles. Tras circular unos kilómetros por la Little Panoche Rd
nos sorprendió el primer pájaro típico de este ambiente: el correcaminos. Un
ejemplar de
esta especie cruzó, haciendo honor a su nombre, velozmente la
carretera para esfumarse por detrás de una de las lomas de suave pendiente
que tapizaban el área. Poco después, desde otro ángulo, lo encontramos en
actitud de caza, intercalando correrías de un lado a otro de un prado con
períodos de inmovilidad y espera al borde de unos agujeros excavados en el
suelo, que debían servir de refugio para alguna de sus potenciales presas.
A medida que avanzábamos por la carretera
íbamos añadiendo nuevas especies a la lista del día: sabanero zanjero (muy
abundante), turpial capitán, sabanero arlequín... De repente comprobamos que
en lo alto de un altozano estaba posada una falcónida que inmediatamente
identificamos como halcón de las praderas. Mientras la observábamos
plácidamente con el telescopio echó a volar hacia nosotros y pasó
espectacularmente sobre nuestras cabezas, perdiéndose después en el
horizonte. Algo más adelante, en el curso de un pequeño arroyo saltaron las
primeras y únicas agachadizas americanas (Gallinago delicata) del
viaje, bastantes individuos a los que levantamos varias veces en nuestro
infructuoso intento de observarlos algo más cerca mientras permanecían
posadas en el suelo. En la siguiente ladera pedregosa apeonaba un bando de
colines de California y, al mismo tiempo, un pequeño bando de chorlitejos
culirrojos cruzaba velozmente el espacio aéreo en línea recta. Apareció
también una ratona de las rocas y, poco después, la primera Urraca de
Nuttall posada sobre el poste de un vallado, el mismo donde un minuto más
tarde se posaría uno de los escasos sabaneros toritos que ayer habíamos
estado buscando sin éxito en el lago Solano. Unos kilómetros antes de llegar
al cruce con la siguiente carretera avistamos un azulillo pálido cuyo
plumaje rabiosamente azul parecía tener luminosidad propia.
La Little Panoche Rd desembocaba en la Panoche
Rd (36.606778, -120.87656) y aproximadamente este punto era el que marcaba
un importante cambio en el paisaje. El hábitat, hasta ahora abierto y
suavemente ondulado daba paso a un típico bosque/matorral mediterráneo,
enmarcado además en una orografía mucho más pronunciada. En la zona de
transición entre ambos ambientes se emplazaban unos ranchos agrícolas en
donde resultaban muy abundantes las urracas de Nuttall, siendo este el lugar
que señalaríamos como el más apropiado de todo el viaje para ver esta
especie.
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Diversas
tomas del paisaje de Little Panoche Valley. |
Conforme el entorno se volvía más agreste
aparecían otras especies diferentes. Primero avistamos una lejana águila
real (Aquila chrysaetos), que un poco más tarde volvimos a ver más
cerca, remontando una térmica junto a un busardo colirrojo y un gavilán de
Cooper. En las quercíneas maduras se veían carpinteros belloteros,
carboneros sencillos, trepadores pechiblancos, e incluso algún dominiquito
canario, y en los ahora pequeños prados robados al bosque resultaba
llamativa la presencia de grupos de guajalotes gallipavos (Meleagris
gallopavo), que aparentaban pastar la hierba igual que los becerros con
los que compartían sustrato.
Llegamos al final del itinerario bastante más
temprano de lo que habíamos previsto, así que optamos por continuar la ruta
hacia el llamado Pinnacles National Monument (36.494182, -121.172676), una
zona más conocida por sus peculiares formaciones geológicas con apariencia
de pináculos. Más o menos un kilómetro antes de llegar a esa coordenada, nos
sorprendió mientras viajábamos una silueta lejana de ave rapaz que llamaba
la atención por su gran tamaño. Inicialmente pensamos que podía tratarse de
otra águila real, así que detuvimos el vehículo para observarla con
prismáticos. El pasmo fue mayúsculo, sin embargo, cuando detectamos que
nuestra presunta águila era enorme, alilarga y colicorta, y además
presentaba las infracobertoras alares de color blanco puro en claro
contraste con el resto del negro plumaje y la cabeza rojiza. Casi al
unísono, gritamos con voz temblorosa el nombre de la especie a la que
pertenecía. Se trataba ni más ni menos que de un cóndor de California (Gymnogyps
californianus) adulto, que además comprobamos en cuanto se acercó en su
vuelo de remonte que portaba placas alares negras con el número 40 escrito
en ellas. Volaba justo por encima de nosotros cuando se le unió otro cóndor
que no sabemos muy bien de donde había salido, un juvenil marcado con el
número 67, y ambos ciclaron juntos repetidas veces, ganando altura poco a
poco hasta que se perdieron sobre las nubes. Acabábamos de tener un
encuentro único y excepcionalmente favorable con dos de los 125 ejemplares
de cóndor californiano que hoy vagan libremente por el estado de California
después de haberse virtualmente extinguido -en 1987 fueron capturados los
veinte últimos especímenes que quedaban en libertad por aquel entonces para
empezar el programa de reintroducción gracias al cual ahora luchan por
recuperarse-. Celebramos nuestro hallazgo con gran regodeo y proseguimos,
satisfechos, la marcha hasta el final de la carretera, desde donde se pueden
contemplar algunos de los pináculos que dan nombre al lugar.
A la vuelta, unos 45 minutos más tarde,
volvimos a ver los cóndores casi desde el mismo sitio, en vuelo sobre el
culmen de una montaña y con las patas colgando, lo que indicaba intención de
posarse. Finalmente lo hicieron sobre la rama de un pino, primero el adulto
y después, tras varios intentos fallidos, el joven. Los estuvimos observando
de nuevo largo tiempo y allí los dejamos al atardecer, donde suponemos que
pasarían la noche.
Nosotros terminamos la jornada a la vera de un
río, más allá del límite del parque, observando un bando de ampelis
americanos, un águila real y una pareja de cameas.
Ya de noche llegamos a la ciudad de Monterrey y
nos alojamos a las afueras, en el Confort Inn Marina Monterey (36.693595,
-121.80263), en una habitación triple donde pasaríamos dos noches.
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Cóndores en
vuelo y posados, en Pinnacles National Monument. |
8 diciembre:
La ciudad de Monterrey se ubica en un lugar
privilegiado del litoral californiano. Su costa abrupta está salpicada de
farallones rocosos y grandes acantilados, entre los que se intercalan
pequeñas caletas. Esta característica, unida al tipo de vegetación que la
circunda, con el pino de Monterrey (Pinus radiata) como árbol
predominante, hace que su paisaje recuerde profundamente al de algunos
lugares del entorno de nuestro mar Mediterráneo, como por ejemplo la Costa
Brava o el norte de Mallorca.
Empezamos la visita a la ciudad por el cabo de
Point Pinos (36.636968, -121.935842), que se adentra bastante en el mar y
resulta favorable para la observación de aves pelágicas. Mar adentro al
amanecer se veían desde allí una aves de color marrón que resultaron ser
fulmares boreales (Fulmarus glacialis), aunque de buen principio nos
confundieron, ya que desconocíamos que la mayoría de los fulmares de esta
zona del Pacífico fueran de morfo oscuro, y los esperábamos blancos como los
europeos. Poco después, en una pequeña laguna perteneciente al campo de golf
adyacente al cabo realizamos también una observación interesante: entre las
más abundantes gaviotas occidentales, californianas y mejicanas, destacaba
un juvenil de proporciones más suaves y plumaje más claro que finalmente
identificamos como gaviota de Thayer. Más allá, caminando hacia la playa de
Asilomar entre las rocas golpeadas por el oleaje, descubrimos un híbrido
adulto de gaviota de Bering con occidental, y también limícolas de roca como
ostreros negros, vuelvepiedras negros, chorlitos grises, zarapitos
trinadores y, para terminar, correlimos de rompientes, que por fin
observamos desde muy cerca y en excelentes condiciones, siendo testigos de
sus evoluciones de roca en roca y de como capturaban los pequeños
invertebrados que se escondían bajo las algas.
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El pescador pescado.
Zampullín picogrueso peleando con un cangrejo, en Point Pinos. |
Gaviota de Thayer
juvenil en vuelo. |
Correlimos de rompientes
(izquierda) y vuelvepiedras negro. |
A las 10 de la mañana partía uno de los barcos
turísticos de observación de ballenas que operan diariamente en estas aguas,
así que nos desplazamos hasta el puerto (aparcamiento en 36.602538,
-121.892745) para embarcarnos en él, ocupando tres plazas que previamente
habíamos reservado por internet. La empresa que elegimos para este menester
fue la “Princess Monterey Whalewatching Cruises”, que sale desde el
Fisherman’s Wharf (oficinas y embarcadero en el punto exacto 36.605052,
-121.892379). Dicho barco no está orientado al turismo ornitológico sino al
ballenero, así que no penetra muchas millas mar adentro ni va realmente
buscando pájaros. Sin embargo, lo poco que se adentra es suficiente para que
en su desplazamiento se observen numerosas aves pertenecientes a un buen
puñado de especies. Para ello, además, nos encontrábamos especialmente
motivados, al no haber podido realizar la excursión pelágica programada
dieciocho días antes, de la que todavía nos acordábamos con cierto resabio
lastimero.
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Fulmares boreales a la salida del
puerto de Monterrey. |
Nada más zarpar empezaron a verse aves. Las más
abundantes, sobre todo cerca del puerto, eran los fulmares boreales, la
mayoría de morfo oscuro, como decíamos, unos pocos de coloraciones
intermedias y algunos, casi excepcionales, de morfo claro. Entre ellos
nadaban bastantes falaropos picogruesos. Algo más lejos hicieron acto de
presencia los álcidos, la mayoría de los cuales eran araos comunes,
mostrando unos el plumaje de invierno y otros la librea nupcial. El segundo
álcido más numeroso era el alca unicórnea (Cerorhinca monocerata). El
tercero y último, el mérgulo sombrío (Ptychoramphus aleuticus), del
que solo vimos dos o tres ejemplares. Entre las pardelas salieron unas pocas
culinegras y una solitaria pardela sombría (Puffinus griseus), y
también apareció un págalo que no conseguimos identificar (podría ser
pomarino o parásito). Hacia las 11 de la mañana el capitán dio con una
resoplante ballena gris (Eschrichtius robustus) y acercó el barco
hasta ella para regocijo de la marinería, permaneciendo allí durante
bastantes minutos hasta que finalmente optó por retornar al puerto. Poco
después de emprender el regreso nos cruzamos con un grupo de calderones
grises (Grampus griseus), marcados con sus típicas cicatrices, que
siguieron al barco durante un buen rato. Otras aves que se anotaron durante
la travesía fueron colimbos del Pacífico, cormoranes sargento y pelágico,
pelícano pardo y gaviotas occidentales, californianas y mejicanas. Arribamos
a puerto un poco antes de la una de la tarde, muy satisfechos por los
avistamientos que, al menos en parte, vinieron a amortiguar la sensación de
vacío con la que habíamos quedado tras la suspensión de la anterior
excursión.
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Alcas unicórneas. |
Pardela culinegra. |
Ballena gris. |
Después de comer tranquilamente en un
restaurante, dedicamos el resto de la tarde a prospectar la península de
Point Lobos, otro saliente marino situado al sur del que ocupa la ciudad, y
es lugar de gran belleza, repleto de pinares y acantilados, que se gestiona
como espacio público. Siendo sábado, el lugar se encontraba un poco
saturado de visitantes, pero aún así la pequeña excursión resultó
entretenida y provechosa. Realizamos dos de los itinerarios clásicos: el
Cypress Grove Trail (que empieza en 36.518935, -121.949653) y el Bird Island
Trail (que empieza en 36.509625, -121.941522), y también nos adentramos en
el pinar, campo a través sin rumbo fijo, en alguna ocasión. Vimos varias
especies interesantes desde los acantilados como el colimbo del Pacífico y
el halcón peregrino, y otras en el interior del bosque, como el carbonero
dorsicastaño, los trepadores canadiense y enano y la ratona tepetatero, y
mejoramos las fotografías de otras aves más comunes como el cuervo americano
(Corvus brachyrhynchos) y la chara californiana.
Regresamos al hotel anocheciendo, el mismo que
la noche anterior, bastante cansados pero jubilosos por el agradable
transcurso de la jornada.
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Diversos
paisajes de la costa de Point Lobos. |
9 diciembre:
El
último día de nuestra estancia en California lo dedicamos a ir regresando
tranquilamente hacia el norte desde Monterrey, con la intención de llegar a
dormir al final de la jornada a la población de Half Moon Bay. Por el camino haríamos diversas paradas estratégicas, bien
para buscar algunas especies que ya habíamos visto y nos interesaba
reencontrar, o bien para explorar nuevos paisajes y ambientes, con el
aliciente de que siempre es posible localizar en ellos algún pájaro no
observado con anterioridad.
Empezamos en las zonas pantanosas de Elkhorn
Slough, que en parte ya conocíamos desde el segundo día de viaje, pero esta
vez las abordamos desde el interior, pasado el pueblo de Elkhorn. Tras
registrar alguna laguna que se observaba desde la carretera accedimos al
parque Kirby (36.840755, -121.744081) , que bordea un tramo de uno de los
brazos del estuario. En esta zona vimos aves interesantes, como porrones
osculados, serretas medianas, cigüeñuelas, avocetas, playeros aliblancos,
zarapitos americanos, agujas canelas, charranes de Forster, e incluso un
ejemplar de gaviota de Bonaparte. Poco después entramos en la carretera de
acceso a la playa de Moss Landing, y aquí resultaron destacables las
observaciones de agujetas grises y escolopáceas, archibebe patigualdo chico
y correlimos comunes, tridáctilos y de Alaska.
En este punto nos reunimos con David Moreno, un
ingeniero de montes español amigo de Dani que llevaba ya varios años
viviendo en San Francisco. Él nos acompañaría el resto de la jornada y nos
serviría de guía en algunos de los espacios naturales.
Ya los cuatro juntos nos desplazamos unos
cientos de metros al sur, hasta un observatorio situado al borde de uno de
los canales, que ya conocíamos del primer día, y donde lo más llamativo fue
un ejemplar de achichilique de Clark, especie que no veíamos desde hacía
tiempo.
Desde ahí partimos al norte y llegamos a la
ciudad de Santa Cruz, donde aparcamos al borde de un parque urbano
construido en torno a una gran laguna, la Neary Lagoon (36.964014,
-122.035309). Dimos un agradable paseo por sus orillas y las pasarelas de
madera que la atraviesan y, aparte de las aves habituales, vimos una gaviota
cana. La presencia del pato joyuyo (Aix sponsa) era aquí evidente a
tenor de las cajas nido elevadas sobre la lámina de agua que habían colocado
para favorecer su nidificación, pero por desgracia no conseguimos localizar
ninguno.
Después visitamos los acantilados del West
Cliff Drive (36.95214, -122.030361), pero como era domingo había demasiada
gente y resultaba imposible observar aves con comodidad, así que decidimos
desplazarnos a otro de los parques urbanos, el Natural Bridges State Beach
(36.952268, -122.057151), famoso por albergar una gran población invernante
de mariposas monarca (Danaus plexippus). Aquí comimos tranquilamente
de picnic, vimos las mariposas y de paso algunas aves importantes como el
sabanero rascador y el chupasavias pechirrojo.
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Cluster de mariposas
monarca, Natural Bridges. |
Mariposa monarca en
vuelo. |
La última parte de la tarde terminó en la
Reserva Estatal de Año Nuevo (37.119743, -122.321112), conocida por su
colonia de elefantes marinos, que en esta ocasión no pudimos observar porque
se encontraban en época de apareamiento y por lo tanto estaba prohibido el
acceso a sus lugares de reunión. Tras un bonito paseo por la zona, y ya de
regreso hacia el parking, el sol de California se despidió de nosotros
ofreciéndonos los mil matices rojizos de sus últimos rayos. Dos minutos
después lo perdimos de vista para siempre bajo el horizonte.
Ya de noche llegamos a pernoctar a nuestro
hotel habitual de Half Moon Bay (Coastside Inn). Al día siguiente embarcamos
en el avión de regreso a España, que despegó a las 6 de la mañana desde el
aeropuerto de San Francisco.
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Reserva de Año Nuevo. |
Puesta de sol en la
Reserva de Año Nuevo. |
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