9 a 24 de noviembre de 2008
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ÍNDICE
0-Resumen del viaje. Lugares visitados.
1-Lista sistemática de taxones observados por días.
2-Fotos (rheas, macás, petreles, pingüinos y cormoranes).
3-Fotos (garzas, flamencos e ibises).
6-Fotos (gallinaceas, rálidos, salteadores, gaviotas y gaviotines).
8-Fotos (palomas, loros y cucos).
9-Fotos (rapaces nocturnas, vencejos, colibríes, tucanes y pícidos).
10-Fotos (dendrocolaptidae, furnariidae, phytotomidae, corvidae, troglodytidae, muscicapidae).
12-Fotos (hirundidae, mimidae, motacillidae).
13-Fotos (vireonidae, passerinae, parulinae, thraupinae, cardenalinae).
14-Fotos (emberizinae, carduelinae).
16-Fotos de otros vertebrados (reptiles).
17-Fotos de otros vertebrados (mamíferos).
Durante las dos semanas centrales de noviembre, César Sánchez y un servidor visitamos Argentina . Y dentro de este extenso y variado país centramos nuestra actividad ornitológica en tres lugares principales: Buenos Aires, Península Valdés-Costa norte patagónica, e Iguazú, tal como se puede ver en el siguiente mapa.
Argentina es una amplia nación en donde coexisten ambientes extremadamente diversos. Desde los hielos perpetuos del extremo sur hasta la selva secundaria subtropical de la provincia de Misiones, pasando por la Pampa y la montaña andina, los distintos hábitats se suceden, dicen, con sorprendente armonía. Nosotros quisimos llevarnos sólo una leve pero general impresión del país, visitando tres zonas muy distantes y por lo tanto muy diferentes en cuanto a climatología, vegetación y avifauna.
Mara vigilando expectante en la llanura patagónica.
Buenos Aires es una de las mayores urbes del planeta, y al mismo tiempo es una de las ciudades con mayor diversidad ornítica: más de 300 especies de aves han sido ya registradas en su casco urbano, jalonado por distintos parques y zonas verdes. De estos parques el más destacable es sin duda el de la Reserva Ecológica de Costanera Sur, que se halla comprendida entre el moderno barrio de la Costanera y la costa del Mar del Plata. En realidad se trata de un terreno que fue ganado al mar a base de acumular depósitos de escombros con la finalidad inicial de permitir la urbanización de la zona. Tras abandonarse esa primera idea por cuestiones políticas se produjo una extensa colonización vegetal espontánea, y así nació la actual combinación de ecosistemas que conforman este lugar. Desgraciadamente, durante los días de nuestra visita las lagunas de Costanera Sur se encontraban secas por causa de la sequía, adelantada este año debido a la escasa pluviosidad del invierno y la primavera. Este hecho nos obligó a buscar las aves acuáticas típicas de la región en otro de los parques de la ciudad, el denominado Parque Norte, a algunos kilómetros del anterior, que contaba con una gran laguna permanente repleta de patos, gallaretas, cisnes, ardeidas, etc. En Buenos Aires permanecimos dos días al inicio del viaje, y otros dos al final. También realizamos una excursión de un día al Delta del Tigre, área de esparcimiento vacacional situada a unos 50 km de la ciudad, cuyo valor ornitológico principal (al menos dentro de las áreas fácilmente accesibles) queda limitado a la zona llamada de las "Tres Bocas", en donde hay una pequeña reserva natural.
Rascacielos en construcción del barrio de la Costanera, vistos desde la Reserva Ecológica Costanera Sur.
Durante la tercera jornada de la travesía nos embarcamos en avión hasta Trelew, al norte de la Patagonia. En esta zona estuvimos cinco días más, visitando los humedales de la misma ciudad de Trelew, la pingüinera y áreas aledañas de Punta Tombo y, principalmente, la famosa Península Valdés. Si la pingüinera de Punta Tombo resulta espectacular por la gran concentración de pingüinos de Magallanes y otras aves oportunistas asociadas a éstos, tales como salteadores (págalos grandes), gaviotas cocineras, chimangos, etc, los humedales de Trelew destacan por la ingente cantidad de aves acuáticas que albergan. Aquí merece la pena visitar, no sólo la laguna ubicada dentro de la ciudad cerca de la estación de autobuses, sino también la llamada "Laguna del Ornitólogo", un complejo lagunar menos conocido que encontramos algo más al este, ya fuera del casco urbano. Posiblemente fueron varios miles de flamencos comunes, patos de diversas especies, gallaretas, limícolas -como falaropos tricolores, becasas de mar (agujas café), pitoitóis chicos (archibebes patigualdos)...-, y otras muchas especies asociadas al medio palustre, las que tuvimos la oportunidad de observar allí.
Pingüinera de Punta Tombo
En la Península Valdés pasamos tres días enteros, prospectando todo su perímetro en busca de las aves habituales de la región. Nos impresionó la inmensidad de sus paisajes, y su soledad, que sólo se rompía en los observatorios de las pingüineras y loberas, donde los turistas se arremolinaban para contemplar estas formidables criaturas. Para recorrer dicho lugar designamos como campamento base el pequeño poblado de Punta Pirámides, antiguo puerto ballenero, hoy totalmente reconvertido al turismo, desde el cual se toman las barcazas que llevan a los visitantes un poco mar adentro, hasta casi tocar las colosales ballenas francas australes. En la Península Valdés la temperatura en esta época del año sorprende por su variabilidad; parece por un lado que la tierra despide calor, como emanándolo de sus profundidades, pero al mismo tiempo el viento viene gélido directamente desde el polo sur, racheado e inconstante. Así se intercalan calurosos períodos de calma chicha, en los que parece sobrar cualquier tipo de vestimenta, con momentos en los que el frío intenso obliga a abrigarse rápidamente. Ambas situaciones se alternan, a veces, con tan sólo unos pocos minutos de intervalo, provocando un curioso contraste térmico... Dentro de la Península el primer punto de parada obligatorio es la Isla de los Pájaros, en la que, como su nombre indica, nidifican, o al menos se muestran, diversas aves tales como cormoranes de varias especies, pingüinos de Magallanes, gaviotas cocineras, charranes, patos vapor, ostreros, etc. Lástima que el observatorio se halle un poco lejos de la isla y que ésta pueda ser sólo examinada incómodamente y con dificultad mediante el máximo aumento del telescopio, obligando prácticamente a los ornitólogos a visitar la zona en los momentos de marea alta, en los que al menos una cierta parte de los pájaros se encuentran algo más cerca. Otros lugares de visita obligada son los puntos de avistamiento de ballenas alrededor de Punta Pirámides; desde ellos es casi siempre posible observar (con material óptico adecuado) a estos animales sin necesidad de tomar ninguno de los barcos antes mencionados, además de ofrecer abundantes oportunidades para la localización de aves marinas (petreles, charranes, gaviotas y otras). Los vértices de la Península (Punta Norte, Punta Cantor, Punta Delgada........) son también excelentes lugares para contemplar la avifauna y, por supuesto, para estudiar las colonias de lobos y elefantes marinos, los cuales están a punto de iniciar en esta época su período reproductor. Nosotros tuvimos la suerte de encontrarnos además (en Punta Norte y con marea alta) con un pequeño grupo familiar de orcas, aunque en esta ocasión no protagonizaron ninguna de esas famosas escenas de "varamiento voluntario" que se observan algunas veces cuando intentan dar caza a los elefantes marinos de las orillas... No es preciso, sin embargo, acercarse a la costa de la Península para observar fauna; de hecho, en toda su extensión es posible cruzarse con guanacos, maras, armadillos, zorros, choiques, martinetas y un sinfín de especies más de pelo y pluma que campan a sus anchas por la gran planicie esteparia y que hacen las delicias del aficionado a la zoología.
Colonia de elefantes marinos en la costa de Península Valdés (Punta Norte)
Finalizada nuestra estancia en la Patagonia norte, desde el aeropuerto de Trelew viajamos a la lejana villa de Iguazú. Los muchos grados de latitud y varios miles de kilómetros que separan ambos puntos propician un radical cambio de ambiente, y así dejamos las grandes extensiones esteparias patagónicas para adentrarnos en la frondosa selva subtropical atlántica, cuya cubierta vegetal combina árboles de mediano y gran porte con un abundante estrato subarbóreo, y es hogar de numerosas aves y otros animales. El Parque Nacional de Iguazú cobija en su interior las mundialmente famosas cataratas del mismo nombre, que realmente constituyen un espectáculo soberbio, a pesar de la masificación turística a la que son sometidas. En efecto, las personas fluyen apelotonadas como ovejas por los itinerarios, hasta el punto de que el paseo resulta un poco irritante si lo que se busca es tener un mínimo de contacto espiritual con la naturaleza.
Cataratas de Iguazú.
En Iguazú, además de la necesaria, aunque algo agobiante (como digo) excursión a las cataratas, resulta también obligatorio visitar el Jardín de los Picaflores, un pequeño vergel particular ubicado dentro del pueblo, cuya dueña ha acondicionado para que les resulte muy grato a los colibríes (picaflores) y otras aves. La observación o la fotografía de estos pajarillos es sumamente fácil aquí, y vale la pena pasar unas cuantas horas en este empeño, sobre todo por la tarde. Resulta también muy interesante, dentro del Parque Nacional, recorrer los senderos Yacaratia y Macuco, este último con la atractiva recompensa de poder darse un baño al final del itinerario en una piscina natural formada por un afluente del río Iguazú... Por otro lado, seguir algunos de los caminos que desde las afueras del pueblo se adentran en la selva adyacente, suele ser una buena idea para incrementar el cómputo de especies. Y, como no, también constituye una excelente opción combinar el birdwatching con el enriquecimiento cultural, visitando, por ejemplo, el Jardín Botánico o alguno de los poblados guaraníes que hay en el área. Sobre el birding en estas zonas selváticas debemos decir que no se trata de una actividad fácil; hay muchas especies de aves aquí, pero la mayoría de ellas son sumamente huidizas y muy difíciles de localizar cuando se mueven a gran altura entre las hojas de los árboles o a ras de suelo, camufladas a la perfección dentro de la maleza. Además, el extremo calor provoca que los períodos de actividad de las aves queden muy delimitados a las primeras horas de la mañana y últimas de la tarde, pudiéndose dar la circunstancia, el resto del día, de caminar durante largos períodos sin observar apenas movimiento de pájaros. Teniendo en cuenta este hecho, los horarios del Parque Nacional son completamente inaceptables para los birdwatchers, al abrir a las 9 h, casi tres horas después de amanecer, cuando ya la actividad aviar ha descendido de forma considerable.
Una escena habitual en el Jardín de los Picaflores. Cinco especies de aves en una sola imagen.
En resumidas cuentas, fue un interesante viaje plagado de anécdotas. Pero sobre todo, para nosotros constituyó un primer acercamiento a la avifauna neotropical, materia en la que éramos prácticamente inexpertos y pese a ello fuimos capaces de identificar y fotografiar unas doscientas especies de aves. No nos cabe duda de que repetiremos la experiencia y volveremos a este país en un futuro para localizar a todas las especies (bastantes) que se nos escaparon esta vez...